Las políticas fiscales expansivas, el déficit y la deuda crónica

Hoy día escuchamos a todos los partidos políticos prometer lo mismo: menores impuestos (T) y mayor gasto público (G) -una política fiscal expansiva en la jerga económica- como la solución a todos los problemas del país, y muchas personas están de acuerdo con ellos, la mayoría pensando que hay margen con las últimas subidas de impuestos de estos años atrás y cargando el nuevo déficit a la ya existente y problemática deuda pública (cercana al 100% del PIB).


A simple vista, supondría crecimiento económico en términos del PIB y un mayor grado de felicidad en el país, ya que todos queremos pagar menos impuestos y que haya más recursos dedicados a los servicios públicos, subvenciones, etc., ¿no?

Sin embargo, también se suele escuchar que hacer un excesivo uso de la política fiscal expansiva (ya sea por la vía de bajar impuestos, aumentar el gasto público, o ambas) lleva al derroche y a una situación de crisis (inicialmente de deuda). Pero, ¿cómo algo que tiene efectos, en principio, positivos sobre la economía como son el crecimiento del PIB y mayor satisfacción de la población debido a los menores impuestos y mayor gasto puede llevar a la ruina a la economía de un país? ¿Por qué tener déficit publico elevado y crónico resulta negativo para una economía? ¿Por qué una economía no puede hacer política fiscal expansiva continuamente?

Para responder a estas preguntas vamos a usar un ejemplo, supongamos un país X, un país desarrollado, con su propia moneda y banco central, con un tipo de cambio flexible, una situación de equilibrio presupuestario (supongamos que los gastos/ingresos representan el 40% del PIB), cero deuda pública, balanza comercial positiva, una tasa de inflación estable, y en una situación de crecimiento económico. En resumen, un país con estabilidad macroeconómica.

A groso modo, en una situación de crecimiento económico, hacer política fiscal expansiva (↓T, ↑G, o ambas) continuamente provocaría un recalentamiento de la economía, es decir, una tasa de crecimiento muy elevada, pero con muy escasa resiliencia, ya que este crecimiento se debe en su gran mayoría al aumento del componente gasto público en el PIB y/o de la reducción del componente de impuestos, y no a un avance por mérito propio que implicaría desarrollo económico.

Representación del efecto de una política fiscal expansiva por ambas vías en el PIB

La continuidad de estas políticas fiscales expansivas conduciría a una situación de déficit público crónico (los ingresos no crecen y los gastos aumentan), que sólo podría ser financiado a través de la emisión de deuda pública.

A lo largo del tiempo, si seguimos aplicando una política fiscal expansiva, el déficit en el que incurre el Estado será cada vez mayor, y por consiguiente también lo será la deuda pública, pero en mayores proporciones que el déficit, ya que todavía no habríamos cubierto la deuda anterior, y para financiarla incurriríamos en todavía más deuda, además sumando los intereses de la misma.

La deuda pública podría llegar a crecer de forma exponencial, lo que provocaría una consiguiente pérdida de confianza de los compradores de deuda (ya sean nacionales o extranjeros), que tendría que ser compensada con una subida de los tipos de interés de la deuda (el riesgo y los tipos de interés se mueven de forma inversa), lo que haría que la prima de riesgo del país se disparase.

El carácter crónico de la deuda hará que los tipos de interés de esta aumenten hasta el punto en el que su propia financiación se verá afectada y ya no habrá inversores que confíen en el sostenimiento de la deuda pública del país independientemente del tipo de interés y no la comprarán (una situación parecida a la Crisis de la Deuda de 2012). Entonces, entrará en juego el banco central comprando la deuda que nadie quiere, introduciendo dinero en la economía, disminuyendo el tipo de interés de esta (no confundir con el tipo de interés de la deuda), y tendiendo a la inflación (subida de los precios), un infame latrocinio en palabras del Padre Juan de Mariana.

Con la inflación, se producirá una pérdida de poder adquisitivo para economía en general. En este punto, puede que la economía siga creciendo en términos nominales, pero no en términos reales (teniendo en cuenta la inflación). Debido al carácter crónico y de crecimiento exponencial de la propia deuda derivado del déficit crónico, la economía tenderá a la hiperinflación, y se basará en el consumo inmediato, el "compra hoy, los precios van a subir", produciendo una bajada del ahorro (nominal y real) y generando una situación de desconcierto en la economía que congelará la inversión privada y se producirá una fuga masiva de empresas hacia el extranjero.

Debido de la inexistencia de inversión se frenaría en seco el desarrollo tecnológico de la economía y esta dejaría de ser competitiva tecnológicamente respecto al resto del mundo. Se producirían despidos masivos, bajaría la renta de los individuos (y por consiguiente bajarán aún más el consumo privado y el ahorro), el tejido productivo de la economía se rompería ante la situación descontrolada de los precios. La inflación llegaría hasta un punto en el que los salarios deberían variar acordes a los precios casi inmediatamente para no provocar situaciones de extrema pobreza de un día para otro (imposible en esta situación).

Además, la moneda del país sufrirá una fuerte devaluación (por la fuerte disminución del tipo de interés de la economía derivado de la inyección de dinero a través de la compra de deuda por parte del banco central), lo que provocaría un drástico aumento de las exportaciones y disminución de las importaciones, ya que el país no tendría los suficientes recursos económicos como para importar productos del exterior.

Como resultado, si analizásemos el PIB del país por la vía de la demanda, veríamos que los únicos componentes significativos serían el gasto público y las exportaciones. El consumo y las importaciones se habrían prácticamente eliminado debido a la pérdida de poder adquisitivo de los consumidores, y la inversión habría desaparecido por la inestabilidad.

La única manera de salir de esta situación sería muy lenta, y su éxito estaría muy condicionado a factores externos como las condonaciones de deuda pública o las crisis globales, y consistiría en una fuerte intervención del Estado, luego una serie de "micropolíticas" fiscales contractivas constantes en el tiempo a la par que políticas monetarias contractivas que las respalden, en las que progresivamente se subirían los impuestos y disminuiría el gasto público conforme los salarios evolucionan, se detraería dinero de la economía, disminuyendo la inflación, y se haría poco a poco frente al pago de la deuda pública.

Estas son, en resumen (sin contar aspectos sociales) las consecuencias extremas que pueden llegar a tener políticas fiscales expansivas sostenidas en el tiempo en un contexto en el que no hacen falta. Tampoco quiere decir que sean malas, en un contexto de recesión económica, las políticas fiscales expansivas pueden ser la solución a los problemas (como lo fueron en la Gran Depresión, reactivando la economía). Fuera de contexto (en caso de crecimiento económico) o el abuso de estas puede causar recalentamiento de la economía, reducir los márgenes de maniobra de las políticas ante una nueva crisis y derivar en los problemas descritos anteriormente si no se regulan.

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